Conquistó una vida soñada y halló la respuesta a un problema esencial de vivir en el extranjero: “¿Cómo hacer amigos?”
Pies descalzos sobre la arena tibia, la calma infinita en el sonido de las olas y el sol acariciando su rostro para obsequiarle una energía sanadora como ninguna otra. Ese es el paraíso terrenal ...
Pies descalzos sobre la arena tibia, la calma infinita en el sonido de las olas y el sol acariciando su rostro para obsequiarle una energía sanadora como ninguna otra. Ese es el paraíso terrenal para Lahisa Psettouras, una argentina con raíces griegas, que cierto día partió de su universo conocido para perseguir las playas, la naturaleza y la luz solar, fuente de vida para todos los organismos del planeta.
Aún se recuerda en Ezeiza, ese portal contenedor de innumerables historias, poseída por la alegría y la incertidumbre. Estaba por ingresar a un tiempo sin tiempo, por lo que los horizontes por descubrir dibujaban paisajes poco claros, aunque intrigantes.
Su aventura comenzó antes de la llegada de su tercera década de existencia, cuando quiso tocar el viejo mundo para explorar su identidad originaria. Lo que la joven argentina jamás imaginó fue que su primera parada, Tenerife, significaría el comienzo de un gran amor por aquella porción de tierra en las Islas Canarias. Allí la recibió Sofía, amiga de su hermosa ciudad natal, Necochea y, si bien en un comienzo extrañaba a la Argentina, la energía de la isla, con sus montañas, costas y calidez de su gente provocaron en ella una sensación inusual para un recién llegado: sentirse en casa.
“Fue en Tenerife donde mi corazón encontró su lugar. La isla volcánica me hizo sentir que mi alma se expandía. Rodeada de naturaleza, montañas, mar y playas increíbles, sabía que quería vivir allí”, recuerda.
Pero, aun a pesar de enamorarse de su primer puerto, Lahisa sabía que debía seguir su camino. Aquella era tan solo la primera parada de un viaje transformador.
Perseguir al sol en Europa, perseguir al sol en América: “Cada ciudad me regaló nuevas experiencias, postales y amigos”Siguiendo al sol y la naturaleza, la exploración de Lahisa continuó. Sus pies descalzos tocaron la arena de Formentera, Ibiza y Barcelona, entre otros destinos dentro de España. En su camino, la joven absorbió belleza y conoció personas colmadas de historias ricas que nutrieron su travesía, que lejos de detenerse, en cada parada recargaba sus ganas de seguir.
Y así, con la necesidad de cambiar de atmósfera, energía y mar, voló a su continente, el americano, donde vio los amaneceres de Puerto Escondido, en México, para más tarde seguir viaje a Estados Unidos a fin de permitir que los paisajes de California conquisten su corazón: “Santa Bárbara, San Diego, toda la costa, donde cada ciudad me regaló nuevas experiencias, postales y amigos”.
Pero estar en América la empujó al sur, porque el sur siempre se extraña y la nostalgia argentina vivía en ella. Entonces regresó a la Argentina para cargarse de amor y reencuentros, anticipando una despedida más compleja que la anterior, pero inevitable.
Trabajar en Países Bajos, volver al primer amor para echar raíces y preguntarse cómo lograrlo: “Mi respuesta fue: a través del deporte”Lahisa, que se licenció en Marketing y hacía tiempo desarrollaba tareas dentro del mundo digital, aprovechó una oportunidad única para desplegar sus alas una vez más. Una empresa multicultural llamada N2People, con sede en España y Países Bajos, le había abierto las puertas para trabajar. Fue así que la joven se despidió de Argentina para partir rumbo a tierra holandesa, donde se capacitó y vivió experiencias que atesorará por siempre, en un ambiente que define inigualable: “Se hablaban varios idiomas simultáneamente, experiencia muy enriquecedora que me enseñó el valor de la diversidad. Además tuve el placer de conocer Austria con ellos e ir a hacer snowboard con mis compañeros de trabajo y el equipo. También recorrer París, cada lugar y rincón con su magia”.
Sin embargo, Países Bajos no era sinónimo de playa, sol y pies descalzos, y Tenerife, aquel primer puerto de otros tiempos, llamaba a Lahisa en sus sueños. Y hacia allá regresó cierto día junto a su trabajo remoto, esta vez con la intención de echar raíces, aunque las suyas estuvieran en Argentina así como en Grecia, la tierra que había inspirado su partida en primer lugar, pero que aún no había visitado.
Volver a España, para Lahisa, fue un sueño hecho realidad, y para echar raíces sabía que había algo fundamental que debía llevarse a cabo: hacer amistades. “¿Cómo lograr hacer amigos? Mi respuesta fue: a través del deporte. Así que me compré una tabla de surf y un skate, y, a través del deporte, encontré una comunidad de amigas que se han convertido en mi familia en España, las madrileñas Ali, Yas, Isa y Sonia. Hermosas, divertidas, locas y muy buenas personas. Con ellas también viajamos y exploramos Marruecos, desde el desierto hasta la costa”.
La llegada del amor y una larga aventura por el Pacífico: “Su modo de vida está lleno de sencillez y alegría”Al tiempo, las semillas que Lahisa había plantado en Tenerife trajeron brotes inesperados. Cierto día, cuando ambos salían del mar, divisó a un hombre con el que minutos más tarde inició una conversación interminable. Franco era su nombre, un argentino que compartía con ella su pasión y forma de vida. Entre ellos nació el amor, se transformaron en compañeros de vida y pronto decidieron empacar unas pocas cosas y continuar juntos su aventura.
A la par de sus trabajos remotos volaron hacia el Pacífico, donde pasaron un año recorriendo Australia en una VAN, desde las playas interminables de Byron Bay hasta la vibrante multiculturalidad de Sydney. Vivieron asimismo en Queensland, rodeados de naturaleza, y recorrieron lugares como Gold Coast y Brisbane.
“Me enamoré de Byron Bay, un pequeño pueblo rodeado de naturaleza, música y playas eternas. Australia es un país impresionante, lleno de gente de todo el mundo, y la comunidad latina, especialmente argentina, es fuerte y unida. Allí también estudié negocios por un año, ¡y hasta me gané un viaje a Bali, Indonesia, con la agencia de estudios con la que viaje!, regalo inesperado de la vida”, revela Lahisa con una gran sonrisa.
“En Bali la cultura es profundamente hermosa. Los balineses practican un hinduismo único, que se refleja en su vida cotidiana a través de ceremonias y rituales. Con altares adornados con flores coloridas, que son ofrecidas a los dioses en agradecimiento y para atraer la buena fortuna. Ellos tienen una belleza y simplicidad de su vida espiritual. La gente es cálida y acogedora, y su modo de vida está lleno de sencillez y alegría, lo que hace que la experiencia en Bali sea profundamente enriquecedora y auténtica”.
Cuando América no deja de llamar: Argentina y HawáiEl Atlántico volvía a sus sueños y la pareja argentina decidió atender el llamado. Tras su larga aventura, decidieron regresar a su tierra, Argentina, para absorber el placer de reencontrarse con la familia y los amigos, y reafirmar también que cada uno de sus seres queridos conforman lo que son.
Allí se cargaron una vez más de amor, entre mates con los padres y charlas con amigos: “El calor de la familia son tesoros que llevamos con nosotros, sin importar en qué parte del mundo estemos”, reflexiona Lahisa.
Pero el llamado de la aventura regresó pronto. A lo lejos, del otro lado del océano, Tenerife ya tenía sus raíces, pero no es hacia allí donde Lahisa y su amor decidieron partir, sino al norte del mundo, a las arenas de Hawái, donde hoy se hallan explorando la isla de Oahu.
La felicidad no es una meta sino un modo de viajar: “Es el ritmo de vida y la conexión con la naturaleza lo nos hace sentir en casa”Grecia todavía espera, visitar las tierras que fueron las culpables de la partida en un comienzo, es todavía un sueño por cumplir. Con el correr de los años, Lahisa aprendió más que nunca que la felicidad no se trata de un destino, sino de un modo de viajar. Y mientras la meta imaginada en un principio no se alcance, la aventura debe seguir.
Sin embargo, en el fondo, Lahisa sabe que la felicidad es más que un modo de viajar, es un modo de vivir, donde lo importante es tener el propio norte, y el suyo marca siempre la dirección del sol, las playas y la naturaleza.
“Sea en Tenerife, que hoy considero mi lugar de residencia, o Hawái, es el ritmo de vida y la conexión con la naturaleza lo que nos hace sentir en casa. Aunque ninguna isla se compara con la calidez de Argentina”, concluye la joven de 33 años.
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