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Buenos Aires aprende mejor sin celulares en las aulas

Recientemente, como parte del programa Buenos Aires Aprende, una resolución del gobierno porteño prohibió el uso de teléfonos celulares en establecimientos educativos de nivel inicial y primari...

Recientemente, como parte del programa Buenos Aires Aprende, una resolución del gobierno porteño prohibió el uso de teléfonos celulares en establecimientos educativos de nivel inicial y primario, etapas críticas para el desarrollo del cerebro, habilitando a que solo se los pueda usar en el secundario si los profesores lo piden. La limitación rige tanto para las horas de clases, pues se busca estimular la concentración, como para los recreos, en los que se estimulará así la socialización, y alcanza a 566.000 estudiantes de 2291 escuelas, tanto estatales como privadas. La resolución oficial aclara que quedan exceptuados de la regulación “aquellos estudiantes que requieran del uso de un dispositivo personal digital como apoyo para el aprendizaje”. También se prevé lanzar una campaña en escuelas para alertar sobre los efectos perjudiciales del uso excesivo del celular.

La ministra de Educación porteña, Mercedes Miguel, destacó que “la Argentina se encuentra en el primer puesto de la OCDE en desatención por uso de celular en la clase de matemática, dicho por los propios estudiantes”.

Los docentes se quejan de que los dispositivos dispersan la atención y atentan contra los aprendizajes. Resulta imposible que quienes están al frente del aula consigan la plena atención de los jóvenes cuando compiten con decenas de celulares. La continuidad de estímulos que estos plantean es difícil de equiparar en el aula. La disciplina debe prevalecer para lograr el normal desarrollo de las actividades. Si ya hay sobrada evidencia sobre el nivel de daño que provoca el uso prolongado de la tecnología, proteger a nuestros jóvenes y enseñarles a ser responsables en este tema es vital. Mucho más cuando los abusos puedan darse precisamente en las aulas, afectando la atención y la concentración. Apostar a la autorregulación es imposible cuando los propios adultos son esclavos de sus dispositivos.

Además de generar estrés y ansiedad, entre otros efectos psíquicos, caer en un uso adictivo reduce las interacciones sociales, un capítulo importante de la presencia de los niños en las escuelas. Los recreos ya no son lo que eran y hasta se presenta la situación de niños que conversan entre ellos solo a través de los celulares.

El año pasado, unos 30 colegios del AMBA optaron por desterrar los celulares en el horario escolar, mientras que muchos otros tienen el tema en estudio o vienen realizando pruebas piloto. Varios colegios en los que se prohibieron en los primeros años del secundario celebran con sorpresa los positivos efectos de la medida. Muchos contaron con el apoyo de las familias, una alianza sin la cual resulta imposible pensar en introducir estos cambios. Los padres aplauden, los chicos protestan, pero se acostumbran e incluso disfrutan de las nuevas posibilidades. Los adultos debemos asumir los mismos compromisos ejemplificadores de autorregulación y ser creativos en las propuestas que acercamos a los menores de edad.

Paradójicamente, los teléfonos inteligentes amenazan con impedir el desarrollo de la inteligencia de nuestros jóvenes. En opinión de muchos especialistas, estamos llegando tarde a la preocupación por la tecnología. Las redes sociales y las aplicaciones, generadoras de adicción, vienen ganando la partida. Hay un amplio consenso sobre la necesidad de fijar límites de tiempo máximo de uso para los jóvenes, dependiendo de sus edades.

Se habla de 14 o 16 años como las edades para entregar un celular a un menor. Otros proponen que los padres evalúen si sus hijos están listos para tener uno y que consideren si realmente lo necesitan o solo se trata de satisfacer una demanda generalizada entre sus pares. Los peligros que encierran las redes, afirman, pueden superar los que los chicos corren en las calles por no contar con celular. Ni hablar de las amenazas que plantean el bullying o el juego online, de tremendas consecuencias. Tratando de volver el tiempo atrás, se trabaja también en dispositivos que sirvan para comunicarse de ser necesario pero sin conexión para navegar.

Los llamados test de dependencia al móvil (TDM) confirman que, a mayor uso de redes, mayor dependencia y, con ella, mayores problemas de atención, de concentración y de control de los propios impulsos.

No es novedad que la escuela argentina está en crisis cuando uno de cada dos chicos de tercer grado no comprende lo que lee. Elevar los niveles de aprendizaje es perentorio. El enorme impacto cognitivo, social y psicológico que el uso de dispositivos tiene en los chicos debe ser adecuadamente contrarrestado con medidas como la que propuso el gobierno porteño. El futuro de demasiados jóvenes está en juego, por lo que urge que los adultos comprendamos la importancia de ocuparnos seriamente de su vida virtual.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/editoriales/buenos-aires-aprende-mejor-sin-celulares-en-las-aulas-nid23082024/

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