Hoy se cumplen 50 años de un momento musical único. El 24 de enero de 1975 a las 11 de la noche (tarde para la época) salía a escena en la ópera de Colonia, Alemania, un Keith Jarrett mal dormido y contrariado. El concierto había sido pactado por la productora Vera Brandes, de solo 18 años, y Jarrett había decidido viajar desde Zurich en el viejo Renault 4 del productor de la discográfica ECM Manfred Eicher. Llegó roto.

Pero hay más. Jarrett, un virtuoso que ha grabado desde jazz hasta barroco, había solicitado un piano Bösendorfer Imperial 290. Pero alguien metió la pata y aunque el teatro tenía un Bösendorfer, era más pequeño, se lo usaba solo para ensayar y no estaba en buen estado. Karrett quiso cancelar. Brandes lo llevó a la ventana y le mostró la fila de gente (1400 personas) que aguardaba para verlo. No sin dificultad, al final convenció al vehemente pianista de tocar; lo grabarían solo para ellos, como un experimento. Se fueron a comer antes del concierto. El mozo se olvidó de la orden de Keith. En serio. Con ese humor se subió al escenario un Jarrett de 29 años (cumpliría 30 en mayo) y, sin embargo, durante los siguientes 66 minutos deslumbró con una improvisación que se convertiría en el álbum de piano solista más vendido de la historia del jazz.