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A comer pochoclo que se acaba el mundo

De la frase “esto es como Semana Santa: no se sabe si cae en marzo o en abril”, pronunciada en Pinamar durante el anterior verano, José “Pepe” Albistur dice ahora en el mismo parador pina...

De la frase “esto es como Semana Santa: no se sabe si cae en marzo o en abril”, pronunciada en Pinamar durante el anterior verano, José “Pepe” Albistur dice ahora en el mismo parador pinamarense -pero ya sin el paquete de pochoclos con el que escenificaba su conjuro- que “sería terrible que el Presidente no terminara su mandato. Lo eligió la gente”. Bien por Pepe, el locador del departamento de Puerto Madero donde se autoasiló el profre Alberto después de que no le fuera muy bien en su gobierno y que Fabiola lo denunciara por golpeador.

Hay que tener cuidado con las profecías. No cualquiera es Nostradamus.

Sin ir más lejos, hace pocos días se cumplió un cuarto de siglo de lo que iba a ser el apocalipsis cibernético y no pasó nada. Ni siquiera un homenaje a los miles y miles de programadores, ingenieros y nerds que evitaron la supuesta catástrofe que se conoció como el Y2K, un temible error informático que iba a hacer colapsar las computadoras en el comienzo del año 2000. Y acá estamos: 25 años más viejos.

Algo similar pasó el 21 de diciembre de 2012 cuando se esperaba la desaparición misma del mundo, a partir de una mala interpretación del fin de los años solares del calendario maya. Gobernantes de distintos países convocaron a mantener la calma a millones de ciudadanos que corrían a comprar velas, agua y comida en lata o intentaban refugiarse en los lugares más insólitos como al pie de montañas, a la intemperie, a la espera de que extraterrestres bajaran a salvarlos.

Un poco más terrenal es el cuidado que hay que tener con las predicciones electorales. El año pasado, por caso, muchísimas encuestas de opinión daban ganador al tigre por sobre el león, y caput. La pifiaron de rugido. Lo mismo podría decirse de los auscultadores norteamericanos respecto de Donald Trump. Aseguraban que iba a ser una competencia “muy reñida” con Kamala Harris y el republicano arrasó en el Colegio Electoral.

Hasta la ciencia, que cuenta con elementos bastante más precisos que los Albístures de la vida, se dio varios porrazos. Cuando desde 1930 veníamos recitando la existencia de nueve planetas, en 2006 nos bajaron a Plutón, el último de la lista. Parece que (nada mejor que decir “parece” cuando arrecian las dudas) a Plutón no le dio el pinet para competir con Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Por eso pasaron a llamarlo “planeta enano”, osadía que debería haberles valido a los gurúes de la NASA una flor denuncia ante el desaparecido Inadi. Hace poquitos días, otro equipo de científicos en Estados Unidos anunció el descubrimiento de un planeta ubicado más allá de la órbita de Neptuno. Dicen que alcanza entre cinco y diez veces el cuerpo de la tierra. Semejante brecha debe ser por el “margen de error”.

Yo que usted, querido lector, me compro un cono grande de pochoclos y me siento a esperar que todos bajen un cambio, que la ciencia avance, que la tecnología nos ayude y que los encuestadores la peguen. ¿Muy pretencioso, no? Bueno. Entonces ayúdeme a elegir: ¿dulce o salado?

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/a-comer-pochoclo-que-se-acaba-el-mundo-nid12012025/

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