La trampa del departamento con terraza: ¿se alcanza la felicidad si se puede ser propietario?
La especulación con los alquileres fuerza a una pareja, Annie y Edward, a mudarse a un piso más pequeño con su bebé, Rosie. Su renta se volvió imposible en su zona y con lo que tenían ahorrad...
La especulación con los alquileres fuerza a una pareja, Annie y Edward, a mudarse a un piso más pequeño con su bebé, Rosie. Su renta se volvió imposible en su zona y con lo que tenían ahorrado no les llegaba para pagar la inmobiliaria, y menos aún para la garantía. Su nuevo departamento es tan diminuto que, en ese léxico íntimo y autoparódico que nace movido por la precariedad, apodan “Túnel Palomo” al patio sobre el que se atrincheran sus ventanas y “Misterioteca” al único armario empotrado, siempre a reventar de objetos.
La pareja se reconforta con la falsa ilusión de que, algún día, tendrán “un cachito de exterior propio. Un cuadradito de pasto para jugar”. Misteriosamente, al recibir la visita de una compañera de trabajo de Annie, una amplia y hermosa terraza totalmente equipada se materializará al abrir una de las puertas de ese armario. Disfrutar de ese fabuloso espacio, que solo aparecerá mágicamente en compañía de su amiga, tendrá unas consecuencias irreparables en sus vidas y provocará una distorsión en el espacio y tiempo para todos los implicados.
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Esta es la trama con la que parte Terraza, el cuento que Hilary Leichter (New Jersey, 38 años) publicó en la revista Harper’s en mayo de 2020 y explotó en internet en el pico de ansiedad del encierro global. Su ficción sintonizó con ese instante en el que los urbanitas vieron tambalear los cimientos que daban sentido a su existencia y se preguntaron al unísono: ¿qué hago viviendo en este piso carísimo y raquítico, sin cachitos de exterior?
El inteligente relato de Leichter, que se alzó ese mismo año con el National Magazine Award en Estados Unidos, se ha expandido ahora en una novela-puzle, Historia de una terraza, traducida por Julia Osuna Aguilar para Alpha Decay. El libro se abre con ese cuento y añade tres más relacionados entre sí, en los que se viajará al pasado y al futuro entre distintas realidades, en un bello ejercicio que reflexiona sobre la pérdida, el duelo y el amor como motor de la humanidad, pese a las trabas que tratan de empequeñecerla.
Leichter sabe cómo conectar nuestros anhelos con la maraña de violencias de nuestra era. Con su primera novela, la terroríficamente divertida Algo temporal (traducida por Inga Pellisa también en Alpha Decay), ideó una ficción surrealista pero clarividente sobre la pérdida de derechos laborales en la gig economy . Con Historia de una terraza teje una delicada fábula interdimensional en la que sus personajes afrontan la gentrificación, el nepotismo laboral o la extinción por la emergencia climática, pero movidos por cosas no menos importantes, como volver a sentir el beso de una hija o una amante.
“Me obsesionan las relaciones humanas. Me gusta pensar que en el futuro, aunque sigamos definidos por la precariedad económica o climática, nos seguirán preocupando las mismas emociones que en el presente”, aclara la autora, embarazada de ocho meses, al otro lado de la pantalla en una videollamada desde su living atestado de libros en su apartamento en Nueva York.
Profesora en la universidad de Columbia en un seminario sobre viajes en el tiempo en la ficción literaria, la escritora ideó el cuento Terraza en 2017. Mucho antes de la pandemia, ya se preguntó por qué vivía con su pareja en un departamento minúsculo de Brooklyn y qué la anclaba a ese espacio. Instalada ahora en un piso “un poco más grande” en una zona cercana, pero todavía sin terraza, Leichter completó Historia de una terraza en 2021, movida por el interés que generaron los personajes de aquel cuento con un final abrupto. Esa escritura la combinó con la lectura de La poética del espacio, de Gaston Bachelard, donde se introduce la idea de los “soñadores de casas” y las evocaciones derivadas de la intimidad doméstica. “Hay algo muy privado ahí, Bachelard no se mueve por el tiempo, pero sí habla sobre subir a los áticos o bajar a los sótanos, sobre cómo ese acto puede ser inspirador y peligroso, al mismo tiempo”, defiende.
Leichter está asombrada y agradecida por su inesperada fama en España por uno de los conceptos que acuñó en Algo temporal. Se trata de “resaca de zorra” (la culpa que tienes el día después de una fiesta por haber hablado de más), expresión que han popularizado las periodistas Anna Pacheco y Andrea Gumes en su podcast Ciberlocutorio y que ya se estampa en gorras a la venta en internet. “En Estados Unidos no soy conocida por ningún lema pegadizo tan sexy como para convertirse en merchandising”, cuenta entre risas esta filósofa involuntaria de nuestro tiempo. En Historia de una terraza introduce una nueva expresión que pide imprimirse en camisetas: la de esconder el celular para evitarse los “apegos caros”, o esos mensajes íntimos que mandas a las tantas enajenada y al día siguiente “los pagas caro”.
Comprar una casa, esa fantasíaAunque sea en otra galaxia y tiempo, el déficit de dignidad en el derecho a la vivienda sigue presente en el resto de los relatos de Historia de una terraza. “Creo que las generaciones que han seguido a los boomers han crecido asumiendo que comprar una casa es algo imposible. Se ha convertido en una fantasía. Por eso hay una conexión tan buena entre la imaginación y el realismo mágico en esa idea: parece una ficción poder conseguir ese tipo de vida”, aclara sobre la influencia e impacto social de este nuevo paradigma en la literatura.
Medio siglo después de que la ensoñación de la casa en las afueras diese pie a todo tipo de pesadillas narrativas visuales en cine y TV (Mujeres desesperadas, Las esposas de Stepford, Weeds, Mad Men, American Beauty, Happiness, No te preocupes querida o Vivarium, entre muchas otras más); en 2024, la gentrificación en los centros urbanos es el nuevo filón narrativo. Ya sea en novelas, series o películas, la deshumanización de la especulación inmobiliaria y los procesos de turistificación de las urbes son interpretados como un ente maligno en el que los ciudadanos son víctimas y verdugos al mismo tiempo.
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Una de las novelas que mejor ha encapsulado el ansia aspiracional por alcanzar el privilegio en el corazón urbano del turbocapitalismo es Las perfecciones, de Vincenzo Latronico. En el texto del italiano, traducido al español por Carmen García Beaumud en Anagrama en 2023, una pareja de nómadas digitales que se cree bienpensante y de izquierdas viaja por el sur de Europa, mientras realquila su piso berlinés por Airbnb, a la búsqueda de alquileres más baratos y mejores encuadres de Instagram. El único atisbo de culpa que asomará, fugaz, será durante la crisis de los refugiados de Siria de 2015. Allí entenderán, y olvidarán al siguiente golpe de scroll, que hay un abismo en su condición de acomodados expats frente a la de los migrantes sin traductores instalados en campamentos en el antiguo aeropuerto de Tempelhof.
Apuñalarse (o casarse) por un departamentoSi la crisis habitacional sobrevuela sutilmente sobre otras novelas contemporáneas en las que sus protagonistas precarias en pisos compartidos se replantean la búsqueda de pareja como única vía de supervivencia (Brillo, Soy fan, Días apasionantes) y la peor pesadilla de un Airbnb se hace literal en la película de terror Barbarian, donde mejor está brillando la perversa amoralidad de la gentrificación es en las series. En la incómoda y surrealista serie The Curse, Asher (Nathan Fielder) y Whitney Siegel (Emma Stone) son una pareja de buitres inmobiliarios desesperados por ser considerados buenas personas en La Española (Los Ángeles), la zona que están explotando y donde pretenden instalar una colonia de casas ecosostenibles. Ambos quieren creer que al invertir localmente y atraer a compradores con conciencia generarán empleos en esta comunidad de clase trabajadora predominantemente hispana y nativa americana a la que, además, explotan televisivamente en un reality que están grabando. Su discurso y actitud dan una grima tremenda.
Hace tres décadas hubiera sido impensable, pero apuñalarse para conseguir la entrada de un departamento en el centro es una trama realista en The Architect, la brillante miniserie danesa (Filmin) sobre una arquitecta precaria, becaria a sus 30 y pocos, que decide mudarse a una cochera en un garage disponible en un subterráneo porque ya no puede pagarse el alquiler en Oslo.
Para la autora de Historia de una terraza, la imposibilidad de acceder a una vivienda digna no tiene por qué llevarnos a creer que solo siendo propietarios seremos felices: “Es un sueño que deberíamos problematizar, esa idea de la adultez convirtiéndote en dueño de algo. Creo que podríamos soñar con algo mejor que reclamar un espacio que solo sea nuestro y no de los demás, ¿no? Da que pensar”, sentencia.